martes, 13 de enero de 2015

Posets

José Manuel Almerich




Hacía más de dos años que no subía al techo de la península. Hubo una época que casi todos los meses hacía algún tres mil, era como una especie de colección de cumbres que ahora apenas recuerdo si no vuelvo a ver las fotos. Y las fotos no las quiero ver porque en ellas aparecen amigos que se dejaron la vida allí. 
 
 
Por unas circunstancias u otras, hay personas con las que hemos compartido cumbre y que ya no están con nosotros. El domingo pasado ascendimos al Posets. El pico más alto de España después del Mulhacen y el Aneto, no tiene excesiva dificultad aunque su altura supere los 3300 m. 
 
 
 
De todas formas, y a pesar del buen tiempo, cualquier tres mil de Pirineos impone sus reglas y puede que te permita o no subir a merced de su capricho. Depende de tantos factores que a veces es una suerte poder estar unos minutos sintiendo que el mundo está bajo tus pies. Los circos glaciares, los lagos helados, las infinitas pedreras y las crestas cortadas a pico conforman un paisaje sólo reservado a aquel que ha sufrido para verlo. 
 
 
Cualquier cumbre de Pirineos tiene sus pasos inquietantes junto a cornisas colgadas al vacío. Por eso hay que mirar tan sólo al metro cuadrado que tenemos frente a nosotros, no pensar y seguir adelante aferrado a la roca o al hielo como un león que defiende su vida. Son sensaciones que tan sólo entiende el que las vive, y vive el que es capaz de sentir la magia y el miedo de una naturaleza que impone, que te hace sentir insignificante en mitad de la nada y que constantemente te recuerda que eres apenas un punto en el infinito, una bagatela perdida en la inmensidad. Tan sólo la montaña a este nivel hace revivir en el hombre el temor que perdió hace miles de años, el miedo ancestral en el más puro sentido de la supervivencia.


Gracias a la insistencia de Toni Ros y a la organización de Joan Carles Ventura pudimos disfrutar de una ascensión bien coordinada, sin problemas y con los extras que el esfuerzo se merece. 
 
 
Buen hotel, excelente cena en Benasque y un refugio a la altura de las condiciones. Pude observar como España, afortunadamente, se parece en este sentido cada vez más a Francia, aunque el aspecto de los guardas del refugio Angel Orús, están más cercanos al Pleistoceno que al Filo de lo Imposible.


Partimos hacia las seis y media de la mañana, y cuatro horas más tarde alcanzamos la cumbre. En pocas ocasiones el tiempo nos ha permitido estar tanto rato en la cima, y por eso llegamos a perder la noción del tiempo y la altura, y a olvidar momentáneamente, que todavía nos quedaban siete horas de descenso. 
 
 
Sin apenas cobertura, un mensaje enviado a alguien queda suspendido en el aire:

"Un inmens mar de muntanyes queda als nostres peus; circs glaciars, llacs de gel, agulles imponents que es deixen envoltar pel cel, i la boira que acarona les valls, es una inmensa sensació de llibertat. Sols faltes tú. 
Un bes desde el Posets. 3375 m."
 
 
 

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